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Exhibición virtual de experiencias comunitarias de Transición Energética Justa > Experiencias 2024 > Cultivando energía para la vida: Transición agroecológica y soberanía alimentaria en el sur de Bogotá

Cultivando energía para la vida: Transición agroecológica y soberanía alimentaria en el sur de Bogotá

Área de Transición
Energética Justa

  • Autoabastecimiento energético
  • Cambio de patrones de uso y consumo energético
  • Relaciones que integran diversos usos de la energía

La Red no solo se enfoca en la producción de alimentos de manera sostenible, sino que también incorpora prácticas que integran el uso de recursos naturales como el agua y el suelo de manera eficiente. Esto crea un sistema interconectado que aprovecha la energía de manera integral, conectando la agroecología con la gestión del territorio y los recursos, integrando así diferentes formas de energía natural (solar, hídrica, biomasa) en su modelo de autosuficiencia y sostenibilidad.

En primer lugar, autoabastecimiento energético es clave para nosotros, ya que, a través de nuestras huertas urbanas y periurbanas, promovemos la producción local de alimentos mediante métodos agroecológicos. Estas prácticas no solo garantizan el acceso a alimentos frescos y saludables, sino que también generan insumos orgánicos para compostaje y bioproducción, disminuyendo la dependencia de insumos externos. Esto permite que las comunidades puedan abastecerse de manera autosuficiente, reduciendo su huella de carbono y fortaleciendo su capacidad para manejar recursos de manera autónoma.

En segundo lugar, elegimos cambio de patrones de uso y consumo energético porque nuestra red trabaja activamente en transformar la relación de las personas con la tierra, el agua y los alimentos. Al rescatar y aplicar saberes tradicionales y científicos, fomentamos prácticas de economía circular como el reciclaje y la reutilización de residuos orgánicos, lo que minimiza el consumo energético externo.

Compostaje y lombricultura: Transformación de residuos orgánicos en abonos naturales, reduciendo la dependencia de fertilizantes químicos y fomentando la autosuficiencia.

Técnicas de captación y manejo de agua: Sistemas de almacenamiento de agua de lluvia y manejo eficiente del recurso hídrico en las huertas para riego sostenible.

Bicimáquinas: Utilizadas en algunas de las huertas como una alternativa de energía limpia para procesos como la molienda de productos y otras actividades agrícolas.

Camas elevadas y cultivo en terrazas: Técnicas agroecológicas que optimizan el uso del suelo en espacios reducidos, mejorando la eficiencia en la producción sin necesidad de recursos externos.

Economía circular: Reutilización de materiales reciclados y residuos orgánicos para la construcción de infraestructuras agrícolas, composteras, y otras herramientas útiles en las huertas.

La Red Agroecológica del Sur nació en 2015 como una respuesta comunitaria a la creciente urbanización y pérdida de espacios verdes en las localidades del sur de Bogotá. La idea surgió de líderes comunitarios y grupos de agricultores locales que, preocupados por la pérdida de soberanía alimentaria y el deterioro ambiental, decidieron unir fuerzas para rescatar prácticas agroecológicas y fomentar la autosuficiencia en la producción de alimentos. Inicialmente, las comunidades se enfrentaron a la escasez de recursos y a la falta de acceso a herramientas tecnológicas, por lo que se optó por un enfoque basado en saberes tradicionales, integrando métodos de cultivo orgánico y técnicas ancestrales para aprovechar los recursos locales de manera eficiente y sostenible. Esta decisión fue clave para no depender de tecnologías costosas y externas, priorizando, en cambio, prácticas adaptadas a las condiciones de cada territorio y a las necesidades de la comunidad.

Con el tiempo, el proyecto creció y se fortaleció, involucrando a más de 27 huertas urbanas y periurbanas en localidades como Ciudad Bolívar, Usme, Bosa, Tunjuelito, Rafael Uribe y Kennedy. Participan en la Red familias, colectivos juveniles, líderes barriales, mujeres y personas mayores, quienes aportan sus conocimientos y experiencias para desarrollar un modelo agroecológico y comunitario. Las decisiones y acciones se toman de manera participativa, en asambleas y espacios de diálogo donde cada miembro tiene voz, asegurando que las tecnologías y prácticas implementadas reflejen las necesidades y prioridades locales. El enfoque en la agroecología y la economía circular surgió como una alternativa natural y accesible para las comunidades, integrando elementos como el compostaje, la captación de agua de lluvia y el uso de materiales reciclados para la construcción de infraestructuras agrícolas. Este proceso ha sido fundamental para consolidar una red que no solo produce alimentos, sino que también se posiciona como guardiana del territorio y promotora de un modelo autosostenible y justo para las comunidades.

Con respecto al impacto económico, a través del fortalecimiento de las chagras, nuestras familias y comunidad Inga han fortalecido la economía de mujeres y sus familias. Garantizar que cada mujer y su familia cuenten con su propia chagra, o que esta se organice con el apoyo de otras familias, facilita el acceso a alimentos saludables y promueve el apoyo mutuo a través de las mingas. Estas prácticas colectivas reducen riesgos económicos y ambientales, evitando la compra de herbicidas y permitiendo el desyerbe en temporadas específicas. Además, la convivencia en las mingas contribuye al bienestar mental y la seguridad de las mujeres, especialmente en el cuidado de sus hijos. La producción de alimentos propios disminuye los gastos en la compra de productos externos y fomenta la integración comunitaria mediante el trueque o la venta de productos de la chagra en ferias locales, incluyendo cosechas, productos empacados, artesanías y otros bienes naturales.

La implementación de la Red Agroecológica del Sur ha tenido un impacto positivo en varios procesos productivos, comunitarios, ambientales y actividades económicas. En términos productivos, las huertas urbanas y periurbanas han incrementado la producción de alimentos frescos y orgánicos, permitiendo a las familias locales acceder a productos saludables sin intermediarios. Esto no solo mejora la calidad de vida, sino que también impulsa la economía local mediante la venta o el trueque de excedentes, fortaleciendo redes de comercio justo y economía solidaria.

Desde el aspecto comunitario, la red ha promovido la organización y cohesión social, al reunir a diferentes actores—familias, colectivos juveniles, mujeres y personas mayores—en actividades colectivas como las escuelas de campo y las asambleas participativas. Este enfoque intergeneracional ha revitalizado las tradiciones agrícolas y ha rescatado saberes ancestrales, fortaleciendo el sentido de pertenencia y la identidad cultural.

En términos ambientales, la red ha implementado prácticas agroecológicas que reducen la contaminación, como el compostaje de residuos orgánicos y la captación de agua de lluvia para riego, disminuyendo la presión sobre los recursos hídricos y reduciendo el uso de fertilizantes químicos. Esto ha contribuido a la mejora del suelo, la recuperación de la biodiversidad local y la protección del entorno natural.

Personas beneficiarias de la experiencia
  • 40 familias
  • 60 Mujeres
  • 40 Hombres
  • 25 niños y niñas (entre 0 y 12 años)
  • 25 adolescentes y jóvenes (entre 12 y 18 años)
  1. Cohesión social y fortalecimiento comunitario: La red ha logrado integrar a más de 160 personas de distintas edades y géneros en un esfuerzo colectivo que trasciende la producción de alimentos. Mediante la organización de escuelas de campo y asambleas participativas, se han fortalecido los lazos comunitarios e intergeneracionales, permitiendo que familias enteras, jóvenes y adultos mayores trabajen juntos en el rescate de saberes ancestrales y la construcción de un modelo de autosuficiencia alimentaria. Este enfoque ha generado un fuerte sentido de pertenencia y empoderamiento colectivo en torno a la defensa del territorio.
  2. Impacto ambiental positivo y resiliencia climática: Con la implementación de prácticas agroecológicas como el compostaje, la captación de agua de lluvia y el manejo integral del suelo, la red ha contribuido a la regeneración del ecosistema urbano y periurbano. Estas acciones no solo han mejorado la productividad de las huertas, sino que también han reducido la dependencia de fertilizantes químicos y han disminuido la contaminación, aportando a la adaptación y mitigación frente al cambio climático en una zona vulnerable de Bogotá.
  3. Empoderamiento de mujeres y jóvenes: La Red Agroecológica del Sur ha creado espacios de liderazgo inclusivos, donde mujeres y jóvenes han asumido roles protagónicos en la gestión de las huertas y en la toma de decisiones estratégicas. Esto ha permitido su empoderamiento, generando oportunidades económicas y de desarrollo personal que refuerzan su autonomía y participación en la vida comunitaria. Las mujeres, en particular, han liderado procesos productivos y educativos, convirtiéndose en pilares fundamentales para la sostenibilidad del proyecto.
  1. Acceso limitado a recursos y equipos: La falta de financiamiento ha dificultado la adquisición de herramientas, materiales y equipos necesarios para mejorar la eficiencia de las huertas. Esto ha llevado a las comunidades a depender de recursos locales y reciclados, lo que, aunque promueve la economía circular, limita la escala y alcance de la producción.
  2. Dificultades técnicas y dependencia externa: Aunque la red se basa en saberes tradicionales, en ocasiones se han requerido conocimientos técnicos específicos para implementar sistemas de captación de agua o mejorar la eficiencia del compostaje. La falta de acceso a capacitación especializada o apoyo técnico ha representado un obstáculo, generando dependencia de asesorías externas, las cuales no siempre son accesibles.
  3. Falta de continuidad y compromiso debido a la inestabilidad económica: Algunas familias y participantes se ven obligados a priorizar otras actividades económicas para generar ingresos inmediatos, lo que puede comprometer su participación constante en las huertas. La falta de incentivos económicos directos ha sido un desafío para mantener el compromiso a largo plazo.
  4. Presión urbanística y riesgos de desalojo: En varias localidades, los espacios de las huertas enfrentan amenazas de desalojo o urbanización, lo que genera incertidumbre y dificulta la inversión de tiempo y recursos en un proyecto que podría verse interrumpido por intereses externos. Esta situación también afecta la cohesión y planificación comunitaria a largo plazo.

Las mujeres han sido fundamentales en los procesos de transición agroecológica de la Red Agroecológica del Sur, asumiendo roles de liderazgo y gestión clave en el desarrollo y sostenibilidad de las huertas comunitarias. Han liderado la planificación y coordinación de las escuelas de campo, donde se comparten saberes ancestrales y se enseñan técnicas de cultivo sostenible, compostaje y manejo del agua. Además, gestionan recursos y organizan la logística para asegurar la productividad y autosuficiencia de las huertas, fomentando prácticas de economía circular.

Un ejemplo destacado es Mariela Caro, una líder comunitaria que coordina varias huertas y ha impulsado talleres educativos para mujeres y jóvenes sobre agroecología y gestión de residuos. Gracias a su liderazgo, se han implementado sistemas de compostaje que han mejorado la calidad del suelo y reducido la necesidad de insumos externos, impactando positivamente en la producción local.

Mariela también ha formado grupos de trabajo para la producción y comercialización de productos orgánicos, creando circuitos de economía solidaria que benefician a las familias locales. Su contribución ha sido esencial para generar ingresos, fortalecer la cohesión comunitaria y asegurar la continuidad del proyecto, demostrando que las mujeres son las principales impulsoras de la sostenibilidad y la soberanía alimentaria en sus comunidades.

La Red Agroecológica del Sur ha tenido incidencia en políticas públicas a nivel nacional a través de su participación en el Comité de Impulso del Movimiento Agroecológico Colombiano (CIMAC). Como parte de este comité, la red ha contribuido en la formulación y promoción de políticas nacionales que buscan incorporar la agroecología como un pilar fundamental en las políticas agrícolas y ambientales de Colombia. Esta participación incluye la elaboración de propuestas concretas para asegurar que las prácticas agroecológicas y los saberes ancestrales sean reconocidos y apoyados oficialmente en el marco de las políticas de desarrollo rural sostenible.

Además, la red formó parte del equipo organizacional del Congreso Nacional de Agroecología, un evento clave para la articulación del movimiento agroecológico en el país. Durante este congreso, se discutieron y consensuaron propuestas que fueron llevadas a instancias gubernamentales, abogando por el reconocimiento de la agroecología en la política pública nacional. Estas propuestas incluyen el fortalecimiento de las huertas comunitarias, el acceso a recursos y la creación de programas de apoyo para las comunidades rurales y urbanas que practican la agroecología.

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